-Querido Amadeo. ¿Recuerdas tu viaje a Méjico? Nada de dejarse ver. Ser discreto.
La frase va acompañada con un golpe de puño certero en la boca del estomago de Burgués. El dolor provoca el acto reflejo de doblarse para protegerse. Es impensable lograr levantar las piernas para cubrirse el torso.
Amadeo se encuentra atado de muñecas con una cadena colgada del techo en una cava abandonada.
La voz proviene de su espalda, aunque no puede ver quién le esta aleccionando, sabe que es Mónica: Su supuesta secretaria y amante.
-Eso no ha sido ser discreto, Amadeo, querido.
El dolor aparece como un relámpago en su magullada mandíbula.
-Ahora deberemos hacerlo de un modo sucio. Y eso no le gusta a...
-¡Silencio!
-Una voz se oye a través de la oscuridad. Además de sus torturadores y de Mónica, Amadeo se percata de que hay alguien más. Un hombre.
-Nada de nombres. Has sido una inepta al descubrirte ante él. Y eso será un problema.
El prisionero oye unos pasos que se acercan por detrás. un cuerpo le abraza y nota un olor dulzón. Perfume de rosas. Ese era el olor de la limusina. Ella estuvo en Chihuahua.
-Oh! Pero Amadeo ha aprendido la lección. Será discreto y será un buen chico.
-Ya basta, Andrea!
La chica hace girar el cuerpo maltrecho de Amadeo y este puede apreciar con el ojo sano que esta se dirige hacía la silueta que acaba de aparecer por el resplandor de la puerta abierta.
-¡Eres estúpido! Has dicho nada de nombres!
Cuando apenas le quedan un par de pasos, un ruido similar al descorchar una botella de espumoso inunda la cava. La muchacha se desploma con un suspiro en sus labios.
Otro olor substituye el del perfume. La pólvora.
-Lo siento, querida. Pero eres prescindible. Encargaos de él.
Unas manos le cogen por la cintura. Apenas forcejea. Otras manos le colocan un saco en la cabeza.
Después una explosión de dolor y luces se expande desde su cráneo hasta los nervios ópticos. La nada.
La primera sensación es de humedad y olor a hierba recién cortada.
Solo oye una voz muy cercana. Parece dentro de su cabeza.
-Esta vivo. Traed la camilla. Que los de la científica analicen todo esto y sobretodo, que los sanitarios no me jodan el escenario. Este es mío y no quiero que me lo dejen escapar unos matasanos.
Otra vez el silencio. otra vez el vacío.
...
¿Cuántos agujeros hay en un panel de un falso techo?¿Mil?¿Diez mil?
No sabría cuantos hay, pero empezaba ha encontrar una posible lógica a como contarlos.
¿Desde cuando estaba mirando ese techo?¿Y esos pitidos?
En su campo de visión apareció un sapo de color rosado vestido con una bata verde y un pañuelo en forma de boina de color negro, movía los labios cerca de él, pero su voz estaba a miles de kilómetros.
-... después del post- operatorio le subiremos a planta. Le ha ido de un pelo, los sanitarios eran de primera. Un mal traslado y se les queda en la ambulancia. Esta estable, pero déjenlo descansar. En dos días podrán hablar con él.
El sapo desaparece, y en su lugar, otra cara grotesca con un mostacho de morsa se acerca más a él que el cara rana. Una voz familiar, tal vez de un sueño con olor a hierba, le acaricia a centenares de metros:
-Los hay con una suerte cojonuda. Sé que estás implicado, aunque tu abogado ha alegado que fuíste víctima de un montaje y eso te salva. Pero te pillaré tarde o temprano. Esa chica será vengada. Lo juro. Soy muy bueno en lo mío.
Los pitidos aumentan de ritmo. Para cuando deduce que es un aparato médico que mide su pulso; la mente de Amadeo, vuela hacía la oscuridad.
Amadeo observa la ciudad a su pies. En su mano tintinea un vaso con güisqui y hielo.
En su espalda un zumbido precede una voz distorsionada por el interfono:
-Señor Burgués. Su padre por la uno.
El hielo da un par de vueltas más antes de detenerse.
-Dígale que lo llamaré más tarde. Estoy con un asunto más importante.
-Si, señor Burgués. Dentro de un hora le esperan los de la productora B&B.
-Lidia, cancele todo. Esta tarde, la necesito libre. Hay un imprevisto.
-¿Y los de B&B?
Amadeo gira sobre sus talones y se acerca a la mesa:
-¿Qué es lo que no has entendido de toda la tarde?
-Señor. Entiendo que un imprevisto es...
-¿Si?
-...Pero llevan tres meses de trabajo conseguir esa reunión.
La voz de Amadeo es calmada y relajada. Su tono es más amenazador que si hubiera gritado:
-Cancela toda la tarde, Lidia. Invítales al Drulme a cenar en mi nombre y diles que ahí estaré con el contrato firmado y lacrado.
Silencio.
-Si... señor. Lo siento, señor Burgués.
-Lidia.
-Señor?
-¿Cuántos son?
-Cinco, señor.
-Reserva para siete. Y por favor insisto llámame Amadeo.
-Si, señor... Amadeo. ¿Algo más?
Amadeo sonríe.
-No, gracias.
Deja el vaso en su mesa y se acerca al ordenador. En su correo electrónico se halla un mensaje nuevo. Sin remitente y sin asunto; solo tres palabras:
"Tenemos que hablar"
Amadeo borra el mensaje y cierra el ordenador.
"Si, claro." piensa. Su mano abre el cajón inferior del escritorio, y saca una pistola.
"Claro que hablaremos. Juntos como hermanos."
El chico apunta hacía el ventanal, su imagen se refleja uniéndose a la ciudad. Su rostro apenas muestra los signos de la tortura. Han pasado dos meses.
Un clic rompe el silencio. Esta descargada pero funciona bien.