23 de septiembre de 2008

In memoriam...

Angel lo había decidido. Hacía días que tenía claro lo que iba a hacer y solamente le quedaban un par de detalles menores para concretar.

Tenía claro que iba a decir adiós a la vida y que lo iba a hacer de forma que no hubiese lugar a una intervención externa que pusiese en peligro la ejecución de sus planes.

Cuando hacía años lo intentó por primera vez, todo se fue al traste con la intervención de su hermano que consiguió impedir que consumase sus propósitos. Aún recordaba los días que estuvo ingresado en el Hosptal Clínico, y cómo su hermano iba a verle cada día. Cada vez que le preguntaba por qué habia querido quitarse la vida, apenas tenía palabras para responder adecuadamente.

Todas sus respuestas se centraban en su convicción de que no le apetecía continuar viviendo, que se sentía por completo ajeno a los valores y a los intereses sobre los que esta vida estaba organizada.

Durante unos días, con la autorización del psiquiatra que le controlaba, salían del Hospital a dar un paseo y sus conversaciones abarcaban toda su vida, las relaciones con sus padres, su desencuentro con toda una serie de intereses, y que, si había intentado irse de este mundo era sencillamente, porque no estaba de acuerdo con las reglas del juego imperantes.

Los tres años que había durado su relación con Yolanda habían sido probablemente los mejores de su vida, pero en la última época había llegado a la conclusión que no era merecedor del amor de Yolanda, y que debía dejarla, para que ella tuviese la oportunidad de conocer a alquien que supiese darle algo más de lo que él era capaz de ofrecer.

Así pues, esta vez lo tenía todo planeado. Cogería el coche y se iría lejos de Barcelona, y allí provocaría su muerte. Había pensado en hacerlo en algún lugar poco frecuentado –pensaba en las afueras de Palencia, su ciudad de origen y donde aun vivían sus padres y su hermana-, y suponía que podría pasar un tiempo antes de que alguien le encontrase.

Por encima de todas sus reflexiones, había una que le atormentaba, y no era otra que el dolor que seguramente iba a causar a su gente, pero esperaba que comprendiesen su determinación. Lamentaba mucho ser el causante de los malos ratos que su acción iba a provocar, pero lo tenía que hacer, y esperaba que le entendiesen y le perdonasen por ello.

Durante días estuvo elucubrando sobre las reacciones de cada una de las personas que le rodeaban. Sus padres, su hermano, su hermana, su cuñada, su sobrina… y, en la casa, Eli, por encima de los demás. También se imaginaba que cuando Yolanda se enterase lo iba a pasar mal también.

Aquella mañana esperó a quedarse solo en casa.

A media mañana Eli, que tenía una reunión en la Residencia en la que trabajaba, bajó a desayunar. Se saludaron con un beso. Angel pensó por un momento en decirle algo –que se iba unos días fuera, por ejemplo-, pero desistió. Cuando Eli salió de casa ambos se despidieron con el típico “Fins després”

Un rato más tarde circulaba por el cinturón, en ruta hacia la autopista de Lleida…

Dos días más tarde su hermano recibió una llamada de Yolanda, preguntando si sabía algo de Angel… Le habia llamado Alvaro para decirle que había desaparecido de la casa… No se había llevado nada, pero hacía tres días que no aparecía por la casa, y ninguno de sus compañeros tenía noticias de él… Yolanda le contestó que no sabía nada, pero que intentaría hablar con su hermano y si averiguaba algo, le llamaría.

Cuando el hermano de Angel recibió la llamada de Yolanda se quedó muy preocupado. Hacía unos días se habían visto en Horta –le había llamado para invitarle a comer para celebrar su cumpleaños-, y si bien le había encontrado algo mustio, no había detectado nada especial… Le había comentado que estaba bien, que se llevaba estupendamente con sus compañeros de vivienda, que estaba esperando una llamada de TV3 para un posible trabajo, y poco más…

Tras la llamada de Yolanda, el hermano de Angel se quedó muy preocupado. Llamó a Palencia y le dijo a su hermana lo que pasaba, y quedaron en llamarse si tenían noticias…

Dos días más tarde llegó la terrible noticia: Su hermana había recibido una llamada de la policía de Palencia, para decirle que cerca del monte “El Viejo”, habían encontrado un coche con una persona muerta en su interior. En el salpicadero del coche había una nota escrita a mano con su teléfono. Y un sobre con los nombres de los dos hermanos, que aparentaba contener una carta.

La hermana de Angel se presentó de inmediato en la comisaría y allí pudo confirmar la terrible noticia. Le entregaron la carta, en la que decía que lamentaba mucho el dolor que iba a causar, pero que, simplemente, no podía aguantar más esta vida y por eso había tomado la decisión de quitársela.

Angel había aparcado en una zona de bosque. Aparentemente, había puesto el motor en marcha y había conectado un tubo de goma que llevaba para la ocasión desde el tubo de escape al interior del coche. Seguidamente, se había estirado en el asiento y se había dormido. Unas horas más tarde, el gas había hecho su efecto y Angel era cadáver. Al día siguiente, un excursionista vio el coche; le extrañó que estuviese allí, y se acercó. Al ver que había un ocupante, golpeó varias veces el cristal para llamar su atención, pero rápidamente se dio cuenta de que difícilmente le iba a poder responder.
De inmediato dio parte a la policía.

La despedida de Angel se hizo en Palencia, y allí fueron Alvaro, Pere y Eli, a acompañar a su familia. Todos habían quedado impresionados por su decisión.
Yolanda no se sintió con ánimos para asistir al entierro de la que había sido la persona más importante de su vida y a la que había querido tanto. Su hermano dirigió unas palabras a los asistentes, y días más tarde, ya en Barcelona, organizaron un pequeño funeral para los familiares y amigos de Barcelona.

Al hermano de Angel su muerte le afectó mucho, y estuvo un tiempo sobrellevando una fuerte depresión, pero intentaba no dar muestras de ello, sobre todo por Sara, su hija, para la que Angel había sido siempre una persona importantísima en su vida; más que un tío, había sido un hermano mayor…

Unas semanas más tarde y casi sin proponérselo, le fueron brotando unos versos que intentaban paliar su dolor… Tardó varios días en ponerse a escribirlos y, cuando lo hizo, apenas tardó unos minutos en cerrar el poema. Lo leyó repetidas veces, y hubo de reconocer que aquellos versos le ayudaron a sopreponerse…

ANGEL (In memoriam)

Yo sé que algún día
volveremos a ver tu sonrisa
Yo sé que allí donde estás
nos quieres; que no olvidas...

Yo sé que más allá de la muerte
seguirás siempre ligado a la vida.

Muchas cosas nuestras
te has llevado contigo,
y nos has dejado el alma llena
de cosas tuyas, hermano, amigo.

Te has ido de pronto y en silencio
sin despedirte, sin decir adiós.
No dijiste a nadie que ya no podías más
porque sabías que entre todos
te habríamos vuelto a enganchar a la vida;
que entre todos te íbamos a robar
el billete de ese maldito viaje
que tú solo habías decidido realizar.

Y no supimos verlo. Tanto que te queríamos,
tanto, y no pudimos impedirlo.

Y por eso nuestra rabia y nuestra angustia
se nos clava como un dardo helado
en el alma, que se nos ha quedado
áspera y fría, llena de dolor y de furia.

Tanto que te queríamos, tanto,
y no supimos verlo en tu mirada,
esa mirada tuya, suave y profunda a la vez;
y no supimos verlo en tu sonrisa,
esa sonrisa que nunca querríamos perder;
esa mirada y esa sonrisa
con que nos regalabas a todos siempre
tu maravillosa forma de ser.

Pero yo sé que algún día
volveremos a ver tu sonrisa
y volverá a acariciar nuestro rostro,
la suave pero intensa brisa
de tu mirada, transparente y magnífica.

No conseguirás nunca irte del todo;
Algún día se secarán las lágrimas de nuestros ojos,
algún día, ya pronto,
miraremos al cielo; y entre dos estrellas
antiguas, descubriremos una nueva,
con un brillo muy especial
haciéndonos un guiño familiar.

Yo sé, Angel, que algún día
volveremos a ver tu sonrisa.
Será en el cielo, quizá en el mar,
quizá envuelta en una nota de música,
quizá encerrada en el seno de una gota
de rocío, cristalina y temblorosa,
sobre el pétalo rojo de una rosa.

O será quizá entre los versos de un poema,
que alguien escribirá algún día
para escapar de tanta angustia,
para olvidar la terrible agonía
y el dolor de tu ausencia.

O será quizá en una oscura sala
donde estarán pasando una película,
desde el parpadeo blanco y gris
del proyector, recreando la magia
de una nueva historia sobre una vieja pantalla.

O será quizá entre el humo incesante
de una tertulia interminable,
donde se habla y se discute
de la vida y de la muerte,
de la luz y de la sombra,
de Cortázar y de Hernández,
de los Rolling y los Beatles,
del amor y la utopía,
de sueños y de anarquía.

Será quizá en cualquier rincón de Gracia,
entre dos callejuelas de aceras imposibles;
o sentados a la mesa ante un plato de pasta;
o en una partida de mus, impasible
tras un envite de farol increíble

Yo sé, Angel, que algún día
volveremos a ver tu sonrisa.

Ahora que ya ha pasado un tiempo
creo que ya la he empezado a encontrar.
Hay momentos que la tengo muy cerca
cuando miro a mi hija a la cara,
en alguna ocasión, cuando Conchi me besa,
o en aquel gesto de mi hermana,
o el otro día, al teléfono, hablando con Yolanda.

Y donde nunca me falla,
donde tu sonrisa parece que me hable
es, hermano, desde esa mirada
oceánica, infinita, casi sobrehumana
que brilla ahora en los ojos de nuestro padre.