29 de abril de 2008

Desayuno con verdades.

-Pero... Tía Adela, esto es una locura.

-Beth, cariño. Sabes que si mientes te pillo enseguida. Tus primos y tú, habéis venido para confirmar lo que ya conoces.- Adela le ofrece una taza de cacao a Beth y le mira a los ojos.- Y al parecer no lo aceptas.

Una tímida sonrisa aparece en los labios de Adela, mientras mira a los gemelos que estan sentados al lado de su prima.
Esa mañana, cuando Adela se disponía a desayunar, se encontró con la visita sorpresa de sus tres queridos sobrinos.

Ahora estaban ante la mesa gigante de la cocina dando buena cuenta del desayuno preparado con cariño por la viuda del padrino de los chicos: Tío Antonio.

-Creéis que no he sabido de vuestros entrenamientos a escondidas de todos. Siempre supe de ellos, Antonio os preparó en todo lo que él podía enseñaros. Lo hizo en contra de la voluntad de Leandro.

-A que te refieres, tía Adela?- pregunta J.T.

-Vuestro tío Antonio, fue enviado a este pueblo para protegeros de los enemigos de vuestro tío carnal. Pero en lugar de mantenerse frío y distante, como le recomendó el própio Leandro, os quiso como a miembros de nuestra familia. Por eso decidió, que además de vigilaros y protegeros, era mejor entrenaros para vuestra própia seguridad. Os adoraba. Tanto es así que cuando... pasó...

Adela deja de sonreír. J.T. y Frankie se ponen tensos y se fijan en el rostro de Beth. Esta con la voz más dulce que jamás haya usado dice:

-La muerte del pastelero.

Adela duda en seguir, pero se afronta al tema, al ver que los gemelos se relajan y fuerzan una sonrisa.

-Eso es.- Se levanta y recoje un plato para ponerlo en el fregadero.- Cuando ocurrió aquello, Antonio se arriesgo mucho para intentar conseguir ser el responsable de la investigación, a pesar, de su relación con vosotros.

Beth saca de su mochila un voluminoso sobre, al abrirlo extrae un archivo policial antiguo y unos documentos modernos.

-Tío Antonio quiso tener el puesto por meritos... “irregulares”, usó los trapos sucios de mucha gente influyente para ello, pero yo no le recuerdo al mando. Todo lo hizo la policia autonomica.

-Cierto Beth, mi Antonio era un hombre honrado, pero no un meapilas. No le gustaba usar trucos ni ilegalidades, pero como ya he dicho, te quería; Os quería a toda la familia, y hizo de tripas corazón para protegeros. Aunque llegado el momento, no fue necesario usar todo esto para nada.

Beth mira a sus primos y dice:


-Ya entiendo. Todo se arregló cuando Herminia habló con la policia.

Adela asiente y sirve más cacao a los chicos y un cafe a si misma.

-Exacto. Antonio ni siquiera llegó a solicitar ningún favor, excepto esta cópia del informe. Solo yo supe lo que pretendía, le dije que era una locura, pero él no me escuchó.

-Por que tanto miedo a unos enemigos que jamás han aparecido?¿ Cómo pudo tío Leandro, convenceros para venir hasta este pueblo a protegernos?

La voz de Frankie suena sincera, pero el tono es de hastío. Se siente usado y manipulado, pero sobretodo le duele que Antonio entrará en su familia con falsos propósitos.

-Verás... Leandro, además de rico era muy poderoso. Sus contactos en las más altas esferas eran numerosos. Por eso era casi intocable. Pero tenia un talón de Aquiles: Vosotros. Su familia era su más querido tesoro a pesar de su fortuna. Cuando nacisteis vosotros dos, Leandro tenía al antiguo Capitán de la Guardia Civil “comprado” para que ningún forastero no supiera quienes erais. Todo el pueblo sabía que si cantaban se expondrían a las habiles artes del cuartelillo. En este pueblucho le tenían pavor a vuestra familía.

J.T. se levanta para buscar más bollos de canela de la despensa y por fin habla:

-Recuerdo que era joven. Bien podia ser él quién nos hubiera protegido hasta ahora.¿Qué le ocurrió?

-Era ludopata. Sus acreedores le tenian acorralado. Asi que, para resarcirse les contó todo sobre vosotros: Incluido el parentesco con Leandro.



-Bueno, pero nunca ocurrió nada.

Adela sonrie.

-Recordáis esa semana que os fuisteis con vuestros padres a Paris?
Los gemelos se rien y se miran mutuamente.

-Teníamos seis años, pero todavía recuerdo el Bateaux Mouche.

-Y yo recuerdo estar en el ascensor de la Torre Eifel diciendo: "-Mamá, tengo pis!"

-Al segundo día de iros. Aparecieron dos encapuchados.

-Pues fue una suerte no estar ahí.

Adela niega con la cabeza.

-El capitán se arrepintió y avisó con tiempo a Leandro. Despues de organizar vuestro viaje. Tu padre Jaume y ellos dos, se apostaron en vuestra casa a esperar.

Adela se levanta y se sirve otro café.
Los tres hablan al unisoro:

-¡¿Y?!

- Solo unos cristales rotos y una casa revuelta. Pero nadie supo que pasó con los dos hombres. A la vuelta, la casa estaba en orden y vuestros padres no supieron nunca nada sobre este percance.

-Y que pasó con el capitán?

-Dos meses después, apareció con el cuello rebanado en una calle del Barrio Gótico de Barcelona. Atraco fustrado, según lo oficial.- Adela les hace una mueca y les mira a los ojos.- ajuste de cuentas, extraoficialmente.
Beth habla con voz de rabia, pero no con Adela. Más bien, usa ese tono para consigo misma:

-Y por eso vinisteis a este pueblo?

-La muerte del capitan provocó un cambio de planes. Leandro, decidió no arriesgarse con el substituto. Había que buscar alguien cabal y de confianza para protegeros... Alguien dispuesto a venir hasta este pueblo.
Beth se levanta y apoya todo su peso con las dos manos a la mesa.

-Eso ya lo he deducido Tía Adela, pero porque Antonio?

Adela se sienta con la taza entre las manos, sus ojos no se apartan del negro brebaje. Sus lágrimas caen desdibujando su propio reflejo en el café.

-En esa época, yo esperaba a nuestro primer hijo.

22 de abril de 2008

El Santuario y el Demonio.



Después de meses casi inactivo para no levantar sospechas, y esperando alguna información por parte del “topo”,Amadeo ha aprovechado para estudiar toda la información que puede hallar sobre esa secta a la que perteneció su propio abuelo.
Poca cosa se podía investigar, pero si hallo algo digno de saber: Justo al inicio de la guerra civil, Leandro compró un conocido antiguo balneario que había estado abandonado durante años. Estaba en los Pirineos. Todo encajaba.
Esa tarde, Amadeo usó su todo terreno último modelo para ir hacía el pueblo llamado La Vall de Xarnerons, feudo de los Tarrés actuales herederos de Expósito. Y posiblemente guardianes del tesoro escondido por Leandro décadas atrás.

Amadeo iba pensando en lo genial del escondite, un lugar aislado del mundo, cerca de la frontera andorrana y con capacidad para esconder a mucha gente sin ser vistos.
El lugar no estaba desierto, el propio ayuntamiento organizaba visitas guiadas para conocer la Reserva Natural de Xarnerons, en cuyo centro estaba el balneario. Aunque no permitían el paso a vehículos particulares, los paseantes eran libres de ir por donde quisieran, previo pago de una eco-tasa y una firma en el libro de visitas.
Estaba excitado, lo que su abuelo no logró, él lo tenía al alcance de la mano.
Cuando le faltaba un par de kilómetros para llegar, Amadeo se llevó una desagradable sorpresa, unos escolares estaban llegando junto con el guía para conocer el edificio abandonado y casi en ruinas, que hacía cincuenta años fue un balneario de lujo y ostentación.
Aprovecho que unos chicos pedían ir a jugar por el campo, para introducirse en lo que parecía la antigua cocina.
Desde allí, subió al primer piso, ocultándose del grupo escolar usando una de las habitaciones más alejadas de la ruta.
Estuvo casi cuatro horas en ese nido de arañas, confiando que ningún niño fuera tan osado como para mirar en esa habitación.
Casi estaba dormido apoyado en el armario del vestidor, cuando se percato que no quedaba nadie más que él.
Era el momento de buscar por todo el balneario, eso implicaba una larga noche de duro trabajo. Aunque, podía descartar las zonas de guías, pues toda la zona a visitar se había restaurado y adaptado para las actuales medidas de seguridad. Era poca cosa, pero le ahorraba tiempo y esfuerzos.
Cinco horas, cientos de rincones y un termo de café vacío era el resultado de su búsqueda: Nada.
Su rabia estaba aplacada por el cansancio. Ese Leandro había sembrado el mundo de falsas pistas. No estaba en Barcelona, no estaba en el balneario... pero podía estar en casa de sus queridos parientes.
Esos que eran vecinos del pueblo en apenas a media hora de allí.
Esa madrugada tendría mucho trabajo, "preguntando" a los Tarrés donde estaba "La Reina del Valle".