30 de junio de 2008

Ecos del pasado

Después de desayunar, Frankie y J.T hicieron unas llamadas por asuntos de la emisora, mientras, Beth recogía los platos y Adela los lavaba.Ahora, los cuatro se encontraban en el patio trasero a la sombra de un pino enorme, sentados en los bancos ante una mesa de piedra.

-Mi Antonio era una carga para sus compañeros, todos ellos eran corruptos. El era demasiado recto y adorador de las normas como para pervertirlo. Su tozudez para cerrar aquellos casos en que estaban implicadas las familias importantes de la comarca, le hacían ser odiado por todos. Así, nuestra vida en común en la comunidad fue muy dura y solitaria.

Beth sonrió, tomó la mano de su tía y dijo:

-Pero sois gente fuerte. Hubo algo muy grave para obligaros a rendiros.

Adela responde a la sonrisa de Beth con un beso en la mejilla de la muchacha.

-Es cierto. Todo era soportable. Hasta que arrestó al hijo de un empresario muy unido a la clase política de la provincia. El cargo era de violación y asesinato de su novia. Os podéis imaginar como fueron las cosas: Amenazas veladas, presiones por parte de sus superiores, concejales, el alcalde... En fin, todos querían frenarle los pies, pero sobretodo esperaban que tragara la píldora y aceptase lo que se le ofrecía: el culpable era el camionero que encontró el cuerpo. Incluso tenían su confesión, le decían.

J.T. sonrío:
-Pero Tío Antonio sabía como había sido conseguida la confesión. Y no tragó.

-No. No tragó, antes me pidió consejo pues sabía que arriesgaba mucho. Yo estaba de seis meses.Frankie habló esta vez:

-Le dijiste que hiciese lo correcto. Seguir con el caso y encerrar a ese hijo de papá. A pesar de todo.

Adela tenía los ojos llorosos. Apretó fuerte la mano de Beth y empezó hablar con un tono que jamás le habían oído usar los tres chicos. Era la voz del dolor:

-Antonio siguió con sus trece y decidió saltarse los canales habituales de mando de su cuartel por saberlos implicados en la trama de silencio. Así que, usó sus contactos para que los medios de comunicación hicieran el trabajo sucio de destapar el caso. Ello comportó que todos cambiarán de chaqueta y el camionero fue liberado.

-Y,¿El hijo de papá?

-Al verse atrapado, empotró su precioso deportivo contra un pilar de la autopista.

-Poco doloroso para mí gusto.

Adela le da un coscorrón a su sobrino:

-J.T. no seas cruel! En el fondo, el chico era una víctima igual que su novia. Si su padre lo hubiese educado bien y enseñándole el respeto por los demás, no se hubiese transformado en un monstruo.

-¿Y cómo se lo tomó el padre?

Adela rompe a llorar. Los tres chicos se abrazan a ella:

-El padre parecía inmutable. Hizo unas declaraciones ante la prensa llamando al perdón por haber criado a un ser despreciable y agradeciendo a Antonio su labor.Pero al cabo de dos semanas unos encapuchados me secuestraron en pleno día y...

Adela grita de dolor mientras se abrazaba el vientre:

-Desperté en un descampado con la entrepierna llena de sangre.

-Tía Adela, lo siento. Yo no quería hacerte recordar esto. Perdóname.Adela besa la frente de su querida niña:

-Debías saberlo. Tienes que entender porque Antonio y yo hicimos lo que hicimos para que tu seas lo que hoy eres. Lo que sois los tres: Unos chicos que han tenido su infancia tranquila y sana, a pesar de ser de una familia marcada por la herencia de vuestro tío carnal. Para eso venimos aquí justo después de...

Adela se saca un pañuelo de la manga y se limpia la cara:

-De lo que Antonio le hizo al padre del muchacho.

-¿Cómo? ¿ Tío Antonio mató al padre del chico?

-No. Algo peor. Buscó a sus enemigos y les dio pruebas para hundirle. A pesar de poner en peligro su propia vida, Antonio estaba cegado por el odio. Así que siguió ofreciéndoles información. La familia de empresario sufrió una serie de desgracias, hasta arruinarles en todos los sentidos. Hasta que, como guinda final: El cuerpo torturado del propio empresario, apareció en el descampado donde me encontraron a mí. Así “pagaron” los servicios dados por mi Antonio.

J.T. tomó un sorbo de su vaso de agua:

-Y ¿Cómo quedó la cosa para con la benemérita?Adela le acaricia la cara a J.T.

-Eso colmó la paciencia de sus superiores. Si bien, no tenían pruebas de su complicidad, sospechaban la verdad. Le ofrecieron una salida “honrosa” del cuerpo: Alegando su depresión pretendían retirarlo del cuerpo.

Beth abraza a su tía e intenta hablar, pero Adela levanta la mano y sigue explicando su historia:

-Pero apareció Leandro. Como sabéis era todo un caballero y sabía “entrar” a la gente. Al final de la jornada nos tenía en el saco: Logró convencernos de ir a pasar unos días en su casa en los Pirineos, para relajarnos y darnos una opción a nuestra nueva situación.

-Y os trajo aquí. A la Vall de Xarnerons.

-Sí. Nos ofreció una nueva vida: Antonio sería el capitán en el cuartel del pueblo. Y yo trabajaría como maestra del jardín de infancia.Poco a poco nos explicó que si bien él pasaba la mayor parte del tiempo en la capital, este era su hogar. Y más, si tenía en cuenta que su única familia vivía a dos calles de la nuestra. En ese momento, Leandro no se fue por las ramas.Nos contó el motivo de su oferta y por que nos había elegido: Cuando se halló al antiguo capitán degollado, preguntó a su viejo amigo el Comandante Iglesias, si conocía a algún un oficial del cuerpo que fuera integro y cabal para un traslado. Este le contestó que había venido como agua para mayo, pues un querido discípulo suyo estaba en el punto de mira por culpa de la corrupción de sus jefes. De este modo fue como Leandro supo de nuestra existencia. Finalmente, confesó que debido a sus pecados, sus familiares podrían pagar las deudas. Pidiéndonos a cambio de nuestra nueva existencia que nos convirtiéramos en vuestros ángeles de la guarda. Aunque ya sabéis que nos convertimos en algo más: Ahora somos vuestra familia.

Beth abraza de nuevo a su tía Adela. J.T. esta absorto mirando su vaso. Mientras, Frankie suelta su pregunta al aire:

-Pero, ¿Quién es ese enemigo tan peligroso?

En ese instante, los cuatro percibieron que no estaban solos. Ante ellos se encontraba un joven de unos veinticinco años vestido como un excursionista y empuñando una pistola.

-Quizá yo os puedo contestar a esa pregunta.

16 de junio de 2008

Una sombra en los tejados

Tras unos meses vagando de un lado a otro, MAX regresó a su viejo barrio del BORN en Barcelona. No recordaba gran cosa de todo aquel mundo que había dejado atrás, apenas unas caras borrosas y unas voces supuestamente familiares. Ni tan solo los olores le evocaban nada especial. Estaba acabado.

Quiso hacer memoria de todo lo vivido en este tiempo de ausencia, pero los recuerdos eran dolorosos y pronto desistió. No podía soportar la presión que suponía enfrentarse a ciertos detalles que le atormentaban día y noche. En ocasiones trataba de autoconvencerse que todo era fruto de sustancias nocivas que rondaban aún por su cerebro, ya se sabe, las noches locas que acaban pasando factura. Cuando recordaba ciertos detalles escabrosos corría en todas direcciones sin rumbo definido, cruzaba las calles a toda velocidad sin importarle los cláxon de los coches ni las ruedas que le habían llegado a arrancar la punta de su preciada cola.

Cuando recobraba el sentido estaba agotado, sudado y temboroso y con la lengua reseca. Sus pupilas estaban dilatadas hasta los mismísimos límites de la cara, suerte de los párpados que le sujetaban los ojos a la cabeza.

Sufría, y mucho…

En este estado fue como aterrizó en el BORN de nuevo. Espantando fantasmas del pasado y tratando de recobrar su identidad. Basta ya de amigos imaginarios, de vidas desperdiciadas y de tanto huir de uno mismo.

Si, había desperdiciado sus vidas, las siete. Llegó a pensar que realmente estaba muerto del todo. Se olía cada mañana para comprobar si se estaba descomponiendo, se mordía en las patas por el simple hecho de saberse vivo, de sentir dolor y reconocerse lejos de los muertos.

Pero se conocía muy bien, sabía que dentro suyo había algo que le empujaba a seguir hacia una dirección fija. Llevaba tiempo regresando de ningún sitio, en un viaje sin inicio estaba seguro de haber llegado al final del recorrido. Poco a poco estaba recobrando las fuerzas necesarias para encontrarse de nuevo. Sabía que todavía no era el momento, que debía esperar lamiendo sus heridas para reaparecer con muchas más energías de las que jamás había soñado tener.

La vida le cicatrizaba por dentro. Sentía unirse las fibras rotas por el dolor extremo. Recomponerse no es fácil, pero sabía que estaba en el buen camino y que cuando mostrara su pelaje lustrado a nadie le pasaría desapercibido. Si, sería duro pero estaba dispuesto a enterrar el pasado, a dejar definitivamente atrás todas aquellas muertes vividas anteriormente. Eso no eran vidas, eran lastres que estaba decidido a cortar, a dejar en la cuneta para siempre.

Si, MAX andaba de nuevo por el barrio. Agazapado esperaba pacientemente su momento mmentras reconocía el terreno.

...o para cambiar de aires para siempre.