26 de enero de 2008

Duelo y Lágrimas (y III)



Si bien ya se encontraba de nuevo en Barcelona, su mente volvía una y otra vez a las mismas escenas acaecidas apenas hacía unas horas antes en el pueblo.

Habían estado mirándola desde su entrada en la iglesia, los cuchicheos y comadreos eran más que obvios. A pesar de todo, la razón y el miedo "al que dirán” habían logrado que Tía Adela despidiera a su amado Antonio con el respeto de todo el pueblo y sin ningún espectáculo indebido.

El cuerpo de Beth se estremece dentro de su cama, al recordar como el ataúd descendía hasta el fondo de la fosa.

Como era costumbre de aquellos lugares, a excepción de los más allegados, la gente del pueblo se quedó a las puertas del cementerio. Ahí si, pensó Beth, se dio rienda suelta a los comentarios y a las opiniones. Ahora podían hablar abiertamente de ella, por que nadie la defendería, y no se molestaba a la familia del difunto por que no estaba presente.

Beth acostada en su habitación, solo pensaba en su tío y en que cruel es la vida con las buenas personas. Adiós, Tío Antonio. Sus ojos cerrados mojaron las sábanas.Pero su mente seguía repasando los recuerdos del dia anterior.

En la visita en casa del difunto. Adela aprovechó el abrazo de despedida para susurrarle: " Cuando estes sola, mira en tu bolsillo.”

Al llegar a casa, se fue directa a su habitación. Dentro del bolsillo había una nota escrita con letra menuda:

“Esta madrugada, debes venir a casa. Sola. Que nadie te vea. He de hablarte de algo muy importante. Adela”.

Afortunadamente para Beth, su padre llevaba muchas noches sin dormir al lado de la cama de Antonio; Y este, al no poder estar una noche más con su querido amigo, perdió la batalla en contra de Morfeo.

Otro golpe de suerte hizo que llegará sin novedad hasta la casa de sus tíos adoptivos. Nadie la vio entrar.

Adela la esperaba con una taza de café para ella y un buen tazón de leche para su querida sobrina.

-Beth siento el misterio, pero debía confesarte algo. Tu tío jamás dudó de ti, sabes que se jugó la reputación por defenderte. Así era mi Toni, un hombre integro y de carta cabal. Daba su sangre al amigo que la pedia sin dudarlo. En tu caso, mi niña, hubiese dado la vida por saberte feliz. Para él eras la hija que el buen Dios no nos dio. Por eso me dijo que el día que faltará, yo debía protegerte como si él aun estuviera a tu lado.

-Tía Adela, se que Tío Antonio, lo hacía más por padre que por mí. En mi caso es cierto que las habladurías me afectaban un poco, pero a papá le era más duro. Por eso Tío Leandro me ofreció el piso de Gracia, para poner tierra de por medio. Si hubiera dependido de mi, me hubiera quedado a cuidar de mi padre, pero dijo que sería más sencillo estando lejos. Así no me vería humillada por el pueblo. En su momento lo consideré de cobardes, más tarde de gente débil, pero luego cuando hablé con Leandro, y supe la verdad, entendí: Temíais que el hijo del pastelero me encontrase. Y en una ciudad como Barcelona es fácil perderse. Sobretodo si no hay nada a tu nombre.

-Así es mi niña, todo esto fue idea de Leandro y de mi Antonio, él dijo que se encargaría de vigilar a la gente del pueblo, por si alguien descubría algo que no debía. Pero eso no es de lo que quería hablarte.

Las manos de Adela retorcían la servilleta como si se pudiera fusionar con sus palmas y desaparecer.

-Veras, cuando Antonio ingreso por segunda vez para extirparle el tumor, no llegaron ha abrirle debido a un ataque de fiebre. En ese estado empezó a delirar, y entre tonterías propias de esos momentos, dijo cosas sobre tu tío Leandro que me pusieron la carne de gallina.

La cara de Tía Adela estaba blanca. Beth se asustó.

-Adela estas bien. Tía Adela!

-Si niña, muy bien, pero recordar esas cosas... Debes tener cuidado hija, tu tío tenía muchos esqueletos en su armario y algunos colean todavía.

La mirada de su tía se dirigió a una foto antigua donde estaban: Antonio, Leandro,sus padres, Adela y un bebé que era ella misma con dos años.

-Antonio fue un gran amigo de tus padres y sobretodo de Leandro. Para nosotros, tu madre fue como la hermana pequeña a quién cuidar.

Cuando tu padre pidió la mano a tu abuelo, allá en Barcelona, Antonio intercedió por él, y de ahí nació un amistad que ha durado hasta... Hoy, en que mi Toni esta solo en ese...

Las lágrimas de Adela ahogaban su voz. Beth la abrazó llorando también.

-Tío Antonio no esta ahí, Adela, él esta con nosotros, siempre estará con nosotros, para darnos fuerzas y algún que otro coscorrón como cuando mis primos hacían de las suyas. Recuerdas.

Ambas lloraban y reían más por histerismo que por el recuerdo de momentos felices.

-Si. Así era mi hombre. Elisabeth, ten cuidado mi niña. No solo esta lo del hijo del pastelero, hay gente de peor calaña que te puede estar rondando por asuntos de Leandro. Tu padre no sabe nada y no he querido asustarlo. A tus primos es mejor no decirles nada. Todo se lo toman a la tremenda, y nunca sabes por donde van a liarla ni con que resultados. Así que lo siento pero estas sola y yo no puedo decirte gran cosa, excepto que Antonio estuvo mucho tiempo preparando cosas para que estuvieras protegida en todo momento.

-Cómo?

-Nunca me contó nada exacto para no implicarme y que nos os perjudicara con mis conocimientos. Deformación profesional: Jamás des información a quién no la sepa usar adecuadamente. Por eso me extraña que no haya dejado nada para ti.

-Que creías que me había dejado?

-Nada en concreto. No se... Un contacto de confianza o unos documentos. Incluso pensé que te dejaría esto.

Adela muestra a Beth una caja de madera noble. Beth sabe que es lo que contiene.

En el interior se encuentra la Beretta 92 de su querido tío.

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