27 de noviembre de 2007

El Fin de la inocencia



-Enhorabuena, mademoiselle Tarrés. En los años que llevo dedicado a esto, jamás había visto nada igual. ¡Vengan todos a la mesa de mademoiselle Tarrés!

Beth empieza a contar hasta cien. El tono de su profesor no es nada halagüeño, esa cantinela indica su más mordaz ironía. Sabe perfectamente que ahora vendrá la humillación delante de toda la clase. Lo que no sabe es como reaccionará su mente ante esa dura prueba. Debe controlarse o toda su vida lamentará su falta de tacto.

El Chef Francés Guillou era el estereotipo de cocinero francés: Un ego infinito y una soberbia a la par. Obviamente es un genio de la cocina, pero como persona...
Sus humos y aires de divo eran soportados por todos los habitantes de la escuela, aunque siempre se intentaba huir de él para no tener que escucharlo. Pero había quién no tenía escapatoria: Los alumnos, incluida Beth, debían aguantarle durante sus clases.

Lo peor eran sus espectáculos de humillación pública de aquél alumno que osará perturbar su paz y calma dentro de su Santa sáctorum de fogones: el Aula 3.

-Y ahora que estamos todos aquí, mademoiselle... Me estaba comentando que lo que hace es lógico?

Beth hace acopio de fuerzas para no gritarle y intentar humillar al profesor. Noventa y ocho, noventa y nueve...

-Verá Chef Guillou, cuando uno hace una base de pescado suele ser para recoger la esencia de lo que hemos puesto a hervir. Así que una vez hervido, colamos el fumet para tener una base de pescado útil para salsas, paellas o platos que lleven pescado...

-No me repita los apuntes, mademoiselle. Sabe que los he escrito yo personalmente. “Queguidos” Alumnos, lo que ven aquí es una “abegración”, Beth ha usado la cabeza y el espinazo de rape para triturarlos y colarlos encima del fumet. Por qué? Por que según ella es lo lógico. Y bien de donde saca la lógica para ello? De su abuela, es increíble. Para que venir a una Escuela de Alta cocina si luego usa trucos de vieja?

Beth vuelve a contar a cien mordiéndose la lengua. Respira y con una voz fría y monocorde le contesta al profesor:

-Chef Guillou, le pido que no falte al respeto a mi abuela. No tiene por que usar mi error para remarcar la diferencia entre la cocina de restauración y la casera. Considero que hay que aprovecharse todo lo que se compra. El pescado no es barato, porque no sacar el máximo provecho de una pieza? En este caso creí que...

El chef sonríe como el lobo ante una oveja que muestra el cuello en señal de rendición. En sus ojos se muestra la satisfacción de haber pillado en falta a esa chiquilla:

-Ah! “Cgreyó”, consideró... ¡“cgreyó” y consideró! No esta aquí para “cgreer” ni “considegrar”, esta para aprender de las fuentes del conocimiento de una tradición que se remonta a años de estudio y de duro trabajo. Aún no puede “cgreer”, y ciertamente si eso es lo que quiere “Cgreer”, no le “augugró” un futuro en ninguna cocina que merezca ser llamada como tal. Consideré esto mademoiselle Tarrés: Repetirá su base de pescado con los desechos del resto de la clase y será hoy su fumet el que se usará en el restaurante de la escuela. “Vergemos” que opina el claustro y el alumnado de su idea de reutilizar las cosas, cuando se sirvan los platos.

-Pero...

-Acaso no quería usarlo todo y... como dijo... Oh, oui! ¡¿Sacar el máximo “pgrovecho” a las cosas?! Pues “apgroveche” que estoy de buen humor y no me “rgeplique”! Ale tout monde a traballé!

Todos regresan a sus mesas de trabajado sin mediar palabra. Nadie se ríe. Saben que en cualquier momento podían ser ellos quién se encontrarán en el punto de mira. Hoy había sido Beth, pero quizás mañana le toca a uno mismo.

Al acabar la clase Beth quiere irse directamente a casa, no desea estar presente cuando los comensales empiecen a comer salsas hechas con los desechos de pescado. Ese día había suspendido el ejercicio diario, y peor todavía... había roto su promesa.
Desde que tuvo su primer enfrentamiento con sus profesores en la Escuela de Alta Cocina Haumonffer, aceptó que era mejor seguirles la corriente y que el día de mañana ya haría las cosas a su manera. Así, se prometió no hacer gala de sus técnicas en clase.
Pero, allí estaba: Casi al borde del llanto, humillada por el profesor más borde de la escuela y decepcionada consigo misma.

No lo podía evitar, para ella ese oficio era un arte y como tal, le gustaba experimentar. Sin perder la base de lo aprendido en la escuela, Beth quería fusionar lo tradicional de la cocina hogareña con lo más vanguardista de la nouvelle cousine.

Según sus profesores: Tenia talento y una gran imaginación, más carecía del sentido de disciplina y de la subordinación. Ciertamente, una cocina de restaurante era como estar en el ejercito, con su jerarquía y sus tradiciones. Para ella,esa rigidez de las normas de trato y el tufo de divismo que se respiraba en aquellas donde se hallaba un gran chef creído, podían con su paciencia. Beth creía en la unión de equipo y en el respeto mutuo de todos lo integrantes: desde el lavaplatos al chef. Todos iguales y con su tarea especifica; Pero en la escuela seguían esas normas que la aprisionaban y la ahogaban como una celda.

Al salir e irse a despedirse de Lalí, esta le suelta:

-No te vas a quedar a comer?

Aunque su relación no iba más allá de la cocina y no quedaban nunca fuera de ella, Beth la consideraba su mejor amiga dentro de la escuela.

-Estas de broma? Ya se la nota: Suspendida y humillada.

-Pero si no vienes el Gavacho habrá ganado la partida. Debes entrar con la cabeza bien alta.

-Claro! Para que me la corten los que se retuerzan de asco al probar mi “excelente” fumet.

Lalí empieza a reír y toma por el brazo a Beth para conducirla a la sala comedor de la escuela. Allí los alumnos del curso de camarero hacen las prácticas al servir las comidas que han cocinado Beth y sus compañeros.
Mientras las dos colegas se sientan a la mesa que les corresponde a los alumnos de último curso. Beth pregunta a Lalí de que se ríe y esta le contesta:

-Oh! Bueno eso... no creo que suceda. Verás: al enviar a la mesa de presentación tu fumet, alguien “torpe”- se señala a sí misma- ha tropezado y he empujado al aprendiz de maitre y...- señala a las puertas de donde salen y entran los camareros- al golpearse la cara con esas, la salsa hecha con tu caldo se ha caido. Para disculparme me he ofrecido para hacer la salsa de nuevo con otro fumet: el mío. Tu humillación esta paseando en estos momentos por el desagüe. Humm... “bocata di ratinale”.

-Eres una diosa! Lalí te quiero!- Beth se abraza a Lalí- Te has arriesgado a que el Gavacho se cabreé mucho!

-Tranquila ya sabes que nunca come nada que no haya cocinado su equipo. Y aun así no debe fiarse mucho, por que come después de ellos. Debe creer que lo envenenarán un día de estos.

-Pues habría un lista más larga que su morro.

En ese momento, suena el móvil de Beth, en la pantalla aparece la palabra: “MOVIL PAPA”.

-No contestas?

-Que? Si,si es que me extraña que mi padre se acuerde de que tiene móvil. En casa nunca hay cobertura.

-Caray que suerte! Nunca me has dicho que vivieras en una zona “muerta” de Barcelona.

-No mi padre esta en nuestra masía, allí no hay antenas de telefonía, excepto en el centro del pueblo. Disculpa.- Beth abre su móvil y contesta- Hola pare, que hi ha?*

Silencio. Que debe estar pasando?

- Ho...Hola “Barrufeta”. Siento llamarte a estas horas y con el móvil, pero es que estoy en el Hospital de Nostra Sra. De Maritxell en Andorra... tu Tío Antonio ha... ha fallecido hace media hora.

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