28 de noviembre de 2007

La resaca

Lukas abrió los ojos al sentir los primeros rayos de sol. La luz atravesó dolorosamente sus pupilas y activó una taladradora en las profundidades de su cerebro. Senía en las sienes los latidos de su corazón y con cada palpitación el dolor se hacía más insoportable. Aquella resaca era de las peores que recordaba.

Pronto se dio cuenta de que todo lo malo puede empeorar. Conforme los tibios rayos de sol empezaron a proporcionarle algo de calor se percató de hasta qué punto estaba helado. Todo su cuerpo temblaba arítmicamente mientras intentaba mover las extremidades entumecidas. Con mucho esfuerzo logró ponerse en pie y se dirigió a una cafetería cercana. Empujó la puerta y sin levantar la mirada se dirigió al cuarto de baño. Llegaba justo a tiempo. Unos segundos más y se habría meado encima. Aquella era una de tantas lineas que había logrado no traspasar en todos sus años de borrachera. Tampoco había logrado olvidar un solo segundo de la noche anterior. ¿Sería cierto eso de que algunos borrachos no recordaban a la mañana siguiente nada de lo que habían hecho o dicho? Sin duda sería una buena excusa para beber. Aunque implicase perder el control de los esfínteres. Pero el Loko no necesitaba excusas. Para nada.

Por fortuna había agua caliente. Se aseó todo lo que puede asearse el que ha dormido borracho y al raso. En cuanto empezó a entrar en calor sus pulmones se sintieron con fuerzas para lanzar una caveronsa tos perruna. Sabía cómo acabaría aquello. Tras unos minutos tosiendo vinieron las náuseas. Todo dentro del guión.

Cuando Lukas salió por fin del lababo el sabor a bilis seguía llenándole la boca. En la barra humeaba un café con leche junto al que habían dejado un platito con dos churros. En el otro extremo de la barra un camarero de mediana edad y entradito en carnes bajó levemente la cabeza en señal de asentimiento. Lukas le agredeció el gesto con un movimiento idéntico. Parecía que en aquella parte del barrio aún había quien se acordaba de él. En los inicios de su carrera Lukas era tan tirano en el trato con los camareros como generoso con las propinas. No era una forma de pagar sus culpas, sino puro desdén. El dinero no le importaba gran cosa por aquel entonces. Pero para aquel camarero, al que recordaba como un crío rechoncho con la cara salpicada de acné, debía haber sido importante.

Mientras dejaba que el café fuera haciendo su efecto recordó su experiencia en los bares. Podía reconocer dos Lukas totalmente distintos. El borracho tocapelotas de las noches y el resacoso callado de las mañanas. Sin saber muy bien por qué se acordó de otro bar en el que había desayunado durante los meses posteriores a salir de la carcel. Se alojaba en casa de un amigo en el Borne y todas las mañanas planificaba su regreso al estrellato garabateando servilletas de papel. Hacía poco que habían abierto el bar y lo regentaba una pareja joven. Ella era menuda y vivaracha, con un cuerpo de escándalo y unos ojos que hiponotizaban. Él un joven tremendamente apuesto, como sacado de una película de los años veinte, aunque bastante tontarrón. Sin embargo tenía un exquisito gusto, no sólo para las mujeres, sino para casi todo. Servía el mejor café del barrio y su bodega era envidiable. Su conversación, mientras se mantuviera en el terreno de lo insignificante, era fluida. Incluso divertida. Y demostraba un instinto animal para lo estético. Daba consejos sobre moda y complementos, maquillaje, regalos para aniversarios... Incluso fue quien dio con el nombre del que había de ser su nuevo programa, un magazine nocturno con entrevistas, música, actualidad, crítica... El programa era un calco de lo que había hecho hasta entonces, pero no podía utilizar el mismo nombre ya que los derechos pertenecían a la cadena que lo había puesto en la calle.

- ¿Cómo es la gente que te escucha? -, me había preguntado.
- Estúpida
- Sí, bueno... ¿Pero cómo es?
- Hombres de clase media que aspiran a más y cree que si se pasan las noches en vela escuchando mis monsergas lo lograrán.
- Pues llámalo "El club de las noches en vela". Aunque no sé si estará cogido, porque me suena mucho...

Y mientras se perdía en cabilaciones lo vio claro. Aquel nombre era perfecto para su proyecto. "El club de las noches en vela". Por desgracia el programa nunca llegó a estrenarse como lo había concebido. Se puso en antena con un locutor joven que hablaba de deportes, tecnología, música... Una idiotez. Y Lukas tenía diez minutos cada noche para dar su particular visión de la jornada. El día que dio su visión del programa y la emisora lo echaron. Al menos esta vez se había asegurado los derechos del nombre del programa... pero daba igual. No pensaba volver a la radio. O la radio no pensaba dejarlo volver. Sin embargo...

Sin embargo ahí estaba Lukas. Frente a la emisora que le dio voz por primera vez, con una resaca tremenda pero con una idea en mente. Se dirigió a la puerta y preguntó por el cartel de la puerta en que se ofrecía trabajo.

- Sí por supuesto. Es aquí. ¿Y qué tipo de actividad querría hacer con nosotros? ¿Locutor, productor, técnico..?
- Vengo por el puesto de conserje.

4 comentarios:

Blackjoker dijo...

Que malo que eres... asi enlazas la novela uno con la dos, y usas esa excusa para poner nombre al programa. Lo dicho: Gurú!X-DDDD.Besos a todos.Bj

Juan Manuel dijo...

Que Dalr es mucho Dalr, Blackjoker...
Muy bueno el post, Dalr...
Las cosas empiezan a complicarse por un lado, y a relacionarse por otro... Esto marcha!

dalr dijo...

Novela? Qué novela? Si yo estaba contando las andanzas de mi tío Lucas... ;)

Anónimo dijo...

Aaix!